Mi marido y yo teníamos muchas ganas de tener un hijo, así que nos pusimos manos a la obra nada más casarnos. En nueve meses nació nuestro Christian.
Mi suegra no estaba muy contenta con la llegada de su nieto. Aunque vivíamos en el mismo piso, no participaba en su vida. Yo me las arreglaba sola, al principio no contaba con ella, así que no me importaba. Ella vivía por su cuenta y nosotros por la nuestra, aunque bajo el mismo techo.
Un año después de nacer nuestro hijo, empezamos a pensar en tener una hija. ¿Por qué quería dar a luz tan pronto? ¿Qué sentido tenía volver a trabajar ahora y luego volver a coger la baja por maternidad? Es mejor dar a luz y ya está. Y mientras no se olviden las habilidades para cuidar a un bebé, la maternidad será una gozada.
Encontramos un calendario de planificación en Internet y empezamos a calcular la fecha en que tendríamos una niña. Unos meses más tarde, vi las codiciadas dos rayas en la prueba. Estábamos muy contentos, pero mi suegra torció el gesto.
Cuando le dimos la noticia, se puso furiosa. Yo sabía que era una persona difícil, pero me esperaba palabras así de ella:
– “¿Estáis locos? ¿Por qué necesitáis un segundo hijo? El primero aún no se ha puesto en pie, y ya habéis hecho el segundo. No tenemos techo, ¡y ellos se multiplican!
¿Cómo se puede reaccionar así ante un embarazo? No le pedimos nada, no nos subimos a su espalda, nuestra incorporación no le afectará en nada. Además, yo trabajo a distancia desde casa y cobro un buen sueldo. Y mi marido tiene un trabajo prestigioso.
– “Así que tú también diste a luz a dos, ¿por qué estás indignada?”, le pregunté.
– “Yo no quería un segundo, mi marido me lo exigió. Y tengo una diferencia de edad entre los niños, y tú morirás con dos.
– Es nuestra decisión. No te pedimos ayuda Nos las arreglaremos.
Tras estas palabras, me fui al dormitorio y mi marido intentó calmar a mi madre. Intenté abstraerme de lo negativo y relajarme. Tenía un hijo, un marido querido y una hija en la barriga: ¿por qué iba a enfadarme por culpa de una estúpida?
Pronto nos fuimos todo el verano a la dacha de mis padres y luego al mar. Apenas veíamos a mi suegra. Esto tuvo un efecto favorable en mi bienestar, porque no estaba nerviosa.
Volvimos a verla antes del parto. Fingió no darse cuenta. ¡Eso estuvo bien!
¿Es una reacción normal de una futura abuela? ¿Qué te parece?