El viaje en trolebús se convirtió en un divertido espectáculo para mí y el conductor. Los pasajeros sonreían durante todo el trayecto.

Era el final de la semana laboral y, como de costumbre, me preparé para volver a casa, cogí mi mochila y salí corriendo de la oficina. Me apresuré a llegar a la parada del trolebús, donde me esperaba mi transporte. Cuando llegó el momento de entregar el dinero, me puse a buscar la cartera en la mochila y me di cuenta de que no estaba. Me la había dejado en el trabajo. Luego rebusqué en los bolsillos, pero tampoco había dinero.

¿Qué habrían hecho otros en esta situación?

Me invadió la vergüenza Como si nada, el revisor no se aparta de . Sigo buscando al menos un céntimo, pero todo es en vano. Y entonces recuerdo que esta mañana he comprado una chocolatina, pero no me la he comido.

Sin dudarlo, se lo entregué a la controladora, con la esperanza de pagar así el billete. La mujer miró largamente el “billete” y se quedó en silencio. Al cabo de un rato, cogió la barra y desapareció en el otro extremo del trolebús. Después, empezaron a oírse sonoras carcajadas en distintos rincones, y yo volví a sonrojarme.

Pasamos varias paradas y el revisor estaba de nuevo a mi lado, con una enorme sonrisa en los labios. Para mi sorpresa, mi idea no sólo fue recibida positivamente, sino que además me trajeron el cambio. ¿Qué crees que era? No, no era dinero. Eran piruletas de fruta. Eran seis caramelos. ¿Alguna vez has tenido viajes tan divertidos?

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El viaje en trolebús se convirtió en un divertido espectáculo para mí y el conductor. Los pasajeros sonreían durante todo el trayecto.