Es interesante
014
Encontré en los papeles de mi padre un testamento en el que dejó todo a una mujer desconocida.
María, al revolver los papeles del despacho, halló un testamento en el que su padre había dejado todo
MagistrUm
Es interesante
08
Tenemos dos hijos, pero solo amamos a uno.
Madrid, 17 de noviembre de 2025 Hoy he vuelto a echar a perder la relación con mis progenitores.
MagistrUm
Es interesante
015
Mi marido invitó a su exmujer y a sus hijos a celebrar la Nochevieja; así que preparé mi maleta y me fui a casa de una amiga
Dime que no hablas en serio, Óscar. Por favor, dime que esto es una broma pesada. O igual he entendido
MagistrUm
Es interesante
014
Rechazó cuidar de la tía enferma de su marido, que tiene sus propios hijos
Almudena, entiende que Vázquez tiene su propio negocio, pasa todo el día en reuniones, y Celia vive al
MagistrUm
Es interesante
011
Al final de este verano Trabajando en una biblioteca, Dana siempre había considerado su vida aburrida, ya que ahora apenas había visitantes, la mayoría prefiriendo Internet. De vez en cuando recolocaba los libros en las estanterías, quitándoles el polvo. El único aspecto positivo de su trabajo era que leía una cantidad increíble de libros de todo tipo: románticos, filosóficos… Y al llegar a los treinta años, de repente entendió que esa misma pasión romántica había pasado de largo de su vida. A su edad, ya tocaba formar una familia: su aspecto era discreto, su trabajo poco remunerado. Cambiar de empleo jamás se le pasó por la cabeza, todo le resultaba cómodo. La mayoría de los visitantes eran estudiantes, rara vez algunos escolares o jubilados. Recientemente se había celebrado un concurso profesional a nivel de provincia y, para sorpresa de Dana, ganó el premio principal: un viaje de dos semanas, con todo pagado, a la costa del mar. —¡Qué bien! ¡Por supuesto que iré! —contó emocionada a su amiga y a su madre—. Con mi sueldo no me llegaría ni de lejos, y esta vez la suerte me sonríe. El verano llegaba a su fin. Dana paseaba por la orilla de una playa desierta; los veraneantes estaban, en su mayoría, sentados en los cafés, pues ese día el mar estaba especialmente agitado. Era el tercer día de Dana en el mar y decidió pasear a solas, reflexionar y soñar. De pronto vio cómo una ola barría del muelle a un chico. Sin pensar en sí misma, corrió a ayudarle, menos mal que no estaba lejos de la costa; aunque ella no era una gran nadadora, sabía mantenerse a flote desde pequeña. Las olas ayudaban a arrastrar al chico hacia la orilla, aunque a veces lo devolvían al mar. Pero Dana logró superarlas, casi de pie con el agua hasta el pecho, pensaba en no perder el equilibrio. Finalmente, lo consiguió. En su bonito vestido, ahora pegado a su cuerpo, miró al chico y se sorprendió. —Es solo un adolescente, catorce años como mucho, alto y hasta un poco más que yo —pensó—. Y preguntó: —¿Cómo se te ocurre bañarte con esta marea? Él se puso en pie, le dio las gracias y, tambaleándose, se alejó. Dana se encogió de hombros mirándole marchar. A la mañana siguiente, al despertarse en su habitación, sonrió. El día era espléndido, el sol brillaba, el mar azul invitaba al baño, apenas ondulado, nada que ver con el día anterior. Como si el mar pidiese disculpas por las olas de ayer. Tras el desayuno, Dana fue a la playa y se tumbó feliz al sol. Más tarde, decidió dar un paseo y fue a un parque donde vio una caseta de tiro. En el colegio y la universidad siempre había disparado bien, aunque el primer tiro fue un fallo total, el segundo dio en el blanco. —Mira hijo, así se dispara —oyó una voz masculina a su espalda. Al volverse, descubrió sorprendida al chico de la playa. En los ojos del chico se vislumbró miedo: también reconoció a Dana, quien rápidamente comprendió que el padre no sabía nada de lo ocurrido el día anterior. Dana le sonrió. —¿Nos enseñas un truco de puntería? —preguntó el simpático y alto padre—. Mi hijo, Javi, no sabe disparar, ni yo tampoco, para mi vergüenza —añadió con una sonrisa amistosa. Luego pasearon juntos y acabaron sentados en una cafetería, disfrutando de un helado y subieron a la noria. Dana pensó que pronto aparecería la madre de Javi, pero ambos estaban tranquilos, sin esperar a nadie. El padre, que se presentó como Antonio, resultó ser un conversador interesante; cada minuto le agradaba más. —¿Llevas mucho tiempo de vacaciones aquí, Dana? —No, es mi primera semana, aún me queda otra. —¿De dónde vienes, si se puede saber? Resultó que, por casualidad, padre e hijo vivían en la misma ciudad que ella. Los tres se echaron a reír. —¡Qué cosas! En la ciudad ni nos cruzamos y aquí nos encontramos—sonreía Antonio, a quien le agradaba aquella joven tan simpática y sosegada. Javi también se animó a la conversación, entendiendo que Dana no pensaba revelar al padre el incidente del día anterior. Se despidieron cerca de la medianoche, padre e hijo acompañaron a Dana a su hotel y quedaron en verse al día siguiente en la playa. Dana llegó la primera a la playa; sus nuevos conocidos llegaron casi una hora tarde. —Buenos días —oyó la voz de Antonio—. Perdónanos, Dana, —se disculpó sentándose a su lado—. No te lo vas a creer, nos olvidamos de poner la alarma y nos quedamos dormidos. —Papá, yo me baño —dijo Javi y se fue al agua. De repente, Dana gritó: —¡Espera, si no sabes nadar! —¿Quién dice? —preguntó sorprendido el padre—. Nada estupendamente, hasta compite en el colegio. Dana se sorprendió y guardó silencio. A ella le pareció aquel día que el chico no sabía nadar. Aunque… quizá solo fue una impresión. vivían en un hotel cercano Los días siguientes fueron mágicos. Se reunían cada mañana en la playa y no se separaban hasta tarde, haciendo excursiones juntos. Dana deseaba hablar a solas con Javi, su intuición le hacía pensar que algo le preocupaba. Ya sabía que padre e hijo se alojaban en el hotel de al lado. Y tuvo su oportunidad. Un día, Javi llegó solo a la playa. —Hola, mi padre está algo malo, con fiebre —dijo—. Pero le pedí permiso para venir, dije que te encargarías de mí —sonrió—. Perdón por tomarme esa libertad, pero no quería pasar todo el día en la habitación. —Javi, ¿me das el número de tu padre? Prefiero llamarle —él lo dictó. —Buenos días —respondió Antonio—. Aunque quizás no tan buenos: amanecí con fiebre. Te encargo a mi chico, te prometió que te hará caso y no dará guerra… —No se preocupe, recupérate que tu hijo es ya casi un hombre. Luego iré a verte —prometió Dana. Al salir del mar, Javi se tumbó junto a Dana y le dijo de repente: —Sabes, eres una amiga de verdad. Ella le miró sonriendo. —¿Por qué lo dices? —Por no contarle a mi padre lo que pasó aquel día. La ola me arrastró de golpe y me sentí bloqueado. —No tiene importancia —sonrió Dana. Tras un silencio, preguntó—: Javi, ¿y tu madre? ¿Por qué estáis solos tú y tu padre? Javi dudó, pero acabó decidiéndose a contarle, como si ya fuera un adulto. Antonio a veces debía viajar por trabajo. El niño se quedaba con su madre, Marina. Parecían una familia unida, pero era una fachada, y la culpable era Marina. Un día, Antonio anunció a su esposa: —Me mandan tres semanas a Madrid a un curso; después me promocionarán a un puesto mejor, el jefe ya me lo insinuó. El sueldo será mucho mayor… parecía alegrarse A Antonio le pareció incluso que su esposa se alegraba. Él se fue, Marina se quedó con su hijo. Dos días después, Marina le dijo: —Hoy vienen de visita mi compañero Arturo con su hija. Tenemos que trabajar juntos en unos planos, tú deberás hacerle compañía a su hija Kira, que es un par de años mayor que tú. Kira resultó ser una chica espabilada, y tras pasar un rato en la habitación de Javi le propuso: —Vamos a dar una vuelta al parque, ¿no? Marina apoyó la idea y, dándole a su hijo cincuenta euros, le sonrió: —Invita a la chica a un helado, ¿eh? —él se sorprendió, su madre nunca le daba tanto dinero. Salieron y tras tres horas volvieron a casa. Lo cierto es que a Javi le gustó la compañía de Kira, ella sabía de todo, aunque él con catorce años ya era más alto que ella. Así pasaron tres semanas. Antes de que regresara Antonio, Kira le dijo: —Bueno, pequeño, menos mal que vuelve tu padre, porque me cansas ya un poco: tengo bastantes cosas que hacer. Le prometí a mi padre que te entretendría mientras ellos se divertían en casa —rió desagradablemente—. Mis padres están divorciados hace años, pero todavía discuten por la casa… A Javi le disgustó la forma en que Kira hablaba de su madre y su propio padre. Creía y no creía, pero los hechos le demostraban la verdad. Al volver su padre, no sabía qué decidir. ¿Callar? ¿Contar todo a su madre o a su padre? Pasó un tiempo, veía que su madre despreciaba a su padre; se daba cuenta de que la familia estaba a punto de romperse, Antonio siempre estaba serio. Aquella noche, Javi decidió contarlo todo a su padre, pero justo fue testigo de una pelea: —Sí, te he sido infiel, ¿y qué piensas hacer? —oyó, al volver de entrenar, la voz de su madre. —Nada —contestó el padre—. Solo pedir el divorcio, el niño se queda conmigo… Por lo que veo, a ti te da igual… —Pues perfecto —respondió la madre—, voy a formar otra familia. Javi se encerró en su cuarto y escuchó la conversación. Su madre confesó: —Hace tiempo que veo a Arturo y tú, de tonto, no te dabas cuenta. Mañana mismo me mudo con él. Al día siguiente era sábado. Javi, a propósito, se quedó largo rato en la cama, sabiendo que su madre hacía las maletas, el padre estaba absorto en el ordenador. Él ya tenía claro que se quedaría con su padre: aquel Arturo y su hija no le gustaban. Oyó la puerta cerrarse, su madre se había ido. El padre intentó explicarle, pero Javi dijo: —No hace falta que me cuentes nada, ya lo sé todo, incluso quise decírtelo. Te quiero y estaremos mejor tú y yo solos. —Hijo, eres ya todo un hombre —le revolvió el pelo—. Si quieres, sigue viendo a tu madre: ella nos ha dejado, tú no tienes culpa. Pero Javi, de momento, no quiere verla; aún no la ha perdonado. Después de la playa, Dana y Javi fueron a ver a Antonio, comprando fruta por el camino. Ya estaba mejor y prometió volver a la playa al día siguiente. Tres días después, Antonio y Javi debían regresar a casa; Dana aún se quedaba dos días más. El verano llegaba a su fin. En el umbral de ese verano se despidieron. Antonio prometió ir a recoger a Dana al aeropuerto; Javi sonreía. Dana no hacía planes, solo sonreía plácida, leyendo una y otra vez los dulces mensajes de Antonio, donde confesaba que ya la echaba de menos y la esperaba ansioso. Al poco, Dana se fue a vivir con Antonio y Javi; quien parecía más feliz de todos era el hijo: por su padre, por él mismo y por Dana. En el umbral de este verano
Al final de aquel verano Mira, te cuento, Alba trabajaba en una biblioteca ahí en Valladolid y, sinceramente
MagistrUm
Es interesante
018
La suegra exigió un duplicado de las llaves de nuestro piso y recibió una negativa
Leocadia Rodríguez, suegra corpulenta y sorprendentemente enérgica para sus sesenta y dos años, estaba
MagistrUm
Es interesante
05
No lo quisimos, simplemente sucedió
15 de abril. Hoy la oficina de Madrid recibió a una nueva integrante, Alicia. Es una chica muy guapa
MagistrUm
Es interesante
026
Me he separado de mi marido, y él ahora es muy feliz. Demuestra que yo fui quien lo limitó y le impidió llevar una vida normal.
Me he separado de mi marido, Rafael, y ahora está más feliz que nunca. Demuestra que yo era quien le
MagistrUm
Es interesante
016
Cuidé de él durante ocho años. Nadie me lo agradeció.
Cuidé a Don Ernesto durante ocho años, y nadie me dio las gracias. Todos saben lo duro que es atender
MagistrUm
Es interesante
020
Saqué mi traje de boda del armario y, de repente, un sobre cayó al suelo.
Saqué mi traje de boda del armario y, al abrir la puerta, un sobre cayó al suelo. No pude dormir en toda la noche.
MagistrUm