Mis dos padres eran unos mentirosos. Después del divorcio, me quedé con mi padre, así que pasé toda mi infancia escuchando cómo mi madre le engañaba, le ponía los cuernos, y ahora él tiene que criarme solo. También le escuché decir que las mujeres eran todas así, y que yo también engañaría cuando fuera mayor. Debido a las amonestaciones de papá, durante años tuve miedo de acercarme a los chicos, porque estaba segura de que tenían una mentalidad similar a la de papá. En mi cuarto año de universidad, conocí a un buen chico que me demostró que dos personas en una relación tienen el deber de respetar a su pareja. Las cosas no iban bien con mis padres, y mi padre descargaba sus frustraciones con mi madre en mí.
Pensaba que mi madre no tenía nada que ver con mi crecimiento, que simplemente había desaparecido, aunque años después resultó que pagaba la manutención. Papá se la llevaba, probablemente la gastaba en mí, pero no recuerdo haber recibido nunca mucho o más que un modesto regalo de cumpleaños. Durante toda mi infancia me pareció que éramos relativamente pobres, aunque sólo fuera porque las chicas de mi edad iban al cine con sus novias y se compraban mucha ropa nueva, y yo no tenía eso. Lo más probable es que mi padre se limitara a ahorrar dinero y no me diera lo que le correspondía a mi madre.
Salió en mis cuarenta años. Ya tenía dos hijos, un marido maravilloso y consideraba a mi suegra como mi única madre. Como era mi costumbre, llegué cansada del trabajo, viendo una película con los niños, y mi marido trajo el correo a la habitación desde el buzón. Había una notificación del juzgado.
Mi propia madre aún vivía, se había quedado sola en su vejez, con un pequeño apartamento que ya no podía mantener ella misma y que resultaba caro pagar con su pensión, teniendo en cuenta lo que tenía que gastar en su medicación para la diabetes y los cuidados posteriores a la extirpación de la vesícula. No se atrevió a venir a pedirme ayuda en persona, pero envió todos los certificados al juzgado y me exigió el reembolso, ya que había pagado la manutención mientras yo era una niña.
Me quedé tan sorprendida… Nunca había visto ningún dinero de ella, ni siquiera sabía que mi madre había pagado algo. Mi padre hace tiempo que se fue, no se le puede preguntar, y la única herencia que obtuve fue un apartamento con una enorme deuda por impago de servicios. Y ahora tendré otro apartamento igual, y me descontarán una parte del sueldo, a pesar de que tengo hijos.
¡Qué regalo de los padres! Y impugnar porque no sé cómo, y ahora no quiero gastar dinero en un abogado. El marido, además, no puede aconsejar nada sensato, me pide que pague lo que tenga que pagar. De todas formas mi sueldo no es tan grande, no me van a quitar mucho. Y ese es el punto – me parece pequeño, no siempre consigo apartar para mis propias necesidades, y no quiero tomar de mi marido. Así que ahora tengo que dar una parte a mi madre, a la que no veo desde hace treinta y cinco años. Somos extraños para ella, y tengo que mantenerla…