Anna procedía de una familia muy corriente, y desde pequeña fue una niña amable, sensible y simpática. Cuando sus padres le pedían a su hermano mayor que hiciera algo, lo hacía de forma desordenada, pero Anna siempre estaba dispuesta a ayudar y ni siquiera necesitaba que se lo pidieran.
Su abuela llevaba a menudo al hermano mayor de Anna a vivir con ella, mientras que la niña pasaba casi todo el tiempo en casa con sus padres. Su abuela siempre mimaba a su nieto, explicándole que le daba pena porque crecía sin padre.
El padre de Anna empezó a vivir con su madre cuando Ben tenía dos años. Al niño nunca le faltó amor, porque su padrastro no le escuchaba un alma y lo mimaba todo el tiempo. Tras el nacimiento de Anna, su abuela empezó a llevarse a Ben a casa a menudo. El niño se quedaba con ella durante semanas. Cuando Anna creció un poco, también empezó a pedirle a su abuela que la visitara. Su abuela aceptó a la niña, pero sin mucho entusiasmo.
Sucedía que sus padres alejaban a Ana de su abuela antes de la hora acordada, porque de repente tenía fiebre, vomitaba o tenía dolores de estómago. La niña siempre sintió que su abuela era muy fría con ella, pero se alegraba sinceramente cuando Ben venía a visitarla. Al principio, Anna pensó que se estaba metiendo con su abuela, o quizá incluso que estaba celosa de ella.
Cuando Anna cumplió trece años, su abuela se mudó al pueblo. Su nieto la visitaba muy poco porque no le gustaba vivir en el pueblo, y Anna siempre pedía visitar a su abuela, le encantaba ayudar a su pariente con las tareas domésticas. Sin embargo, su abuela no apreciaba mucho la atención de su nieta y siempre la criticaba. Siempre se quejaba a sus padres de su nieta: Anna se salpicaba demasiado con perfume, lo que hacía toser a su abuela durante media tarde, o ella y sus amigas salían mucho rato, o la niña era demasiado ruidosa. A medida que Anna crecía, se preguntaba cada vez más por qué su abuela estaba siempre descontenta con ella. Desde por la mañana, Anna escardaba las camas, recogía verduras, llevaba agua en cubos a la casa y calentaba el baño para su abuela.
Ben, en cambio, iba a casa de su abuela solo para asar kebabs y darse un baño de vapor. Un día, Ana fue a casa de su abuela con su madre. Hacía mucho calor y tenía sed de agua. Cuando entró en casa, oyó una conversación entre su madre y su abuela:
– “No entiendo por qué te metes tanto con ella, ¿No te quiere tanto y hace todo lo que puede por ti?”, le preguntó la madre a la abuela.
– No la quiero y nunca la querré. Ella me molesta, pero Ben es diferente, él es mi aire. Le adoro.
Anna se quedó paralizada durante unos minutos y grandes lágrimas corrieron por sus mejillas. Ahora entendía por qué su abuela la trataba así: simplemente no le gustaba. Pero ella, Anna, siempre la había querido mucho.
A partir de ese día, Anna dejó de visitar a su abuela, que ni siquiera se disculpó. Ni siquiera le deseó feliz cumpleaños a su nieta.