John y Lisa llevaban juntos desde la universidad. Se conocieron en el comedor cuando el chico decidió invitar a algo dulce a la guapa estudiante de primer curso. Lisa mantuvo al joven a distancia durante mucho tiempo, lo que no hizo sino atraerle más. Tras unos meses de comunicación, la pareja empezó a salir.
Cuando la chica estaba en su último año de universidad, la pareja decidió casarse. Sus padres también les apoyaron, pues entendían que John no necesitaba a nadie más. Sin embargo, la pareja conocía un secreto más que les hacía querer legalizar su relación cuanto antes. Y Lisa llevaba dos meses guardando este secreto bajo el corazón.
Al principio, la vida de los recién casados parecía un cuento de hadas. Lisa tenía un apartamento de dos habitaciones que le había regalado su abuela. No tenía motivos para quejarse de la falta de un techo bajo el que cobijarse. Solo la salud de la chica dejaba mucho que desear. Estaba débil para llevar a su bebé y tenía que ser extremadamente cuidadosa. A John le parecía extraño que todo el mundo intentara quitarle el polvo de encima a su mujer. Esta fue la primera llamada de atención, pero él no le dio la importancia que merecía.
Desde el momento en que nació el pequeño Mark, John se distanció aún más de Lisa. Estaba celoso del amor de su mujer por el niño y ni siquiera intentó comprender que John tampoco gozaba de buena salud. La joven no salía de la cuna y no pasaba tanto tiempo con John como antes. El marido ni siquiera intentaba hablar con su mujer. Se ofendía y salía de casa para visitar a sus amigos. Fue allí donde vio a Ana.
Para Lisa, el marido inventó una excusa universal. “El jefe es un auténtico tirano. Me abruma con el trabajo. ¿Qué puedo hacer?”
Al principio, la chica le creyó. El jefe de su marido, al que apodaba David, le parecía a Lisa un auténtico monstruo. ¿Es realmente posible que una persona trabaje tanto?
Pasaron los años y Lisa pensó que John se había calmado. Empezó a dedicar tiempo a su mujer y a su hijo. No tanto como a una mujer le gustaría, pero era mejor que nada. A Lisa le gustaba quedarse en casa y no se ofendía cuando su marido se iba con sus amigos. Al menos eso le decía él.
Pero Lisa recordará aquel fatídico día durante mucho tiempo. El jefe de su marido, David, pasó por su casa para recoger un pendrive importante. La mujer le preguntó bromeando si al menos a veces podía darle a su marido el menor trabajo posible. David respondió en un tono ligeramente contrariado: “¿Cuánto menos? No ha hecho gran cosa en estos años. ¿O crees que todos los jefes van a casa de sus subordinados a recoger memorias USB?”
Por la noche, Lisa abrazó a su marido y él le confesó que la había estado engañando todos estos años. John hizo las maletas mansamente y se marchó. La mujer solicitó el divorcio.
Lisa se vio inmediatamente rodeada de atenciones y cuidados por parte de toda su familia y amigos. No dejaban sola a la joven, intentaban ayudarla y la llevaban de paseo con el niño. En tan poco tiempo, Lisa floreció y se dio cuenta de que con la marcha de John se había quitado un gran peso de encima. Todos estos años había estado intentando complacer a su marido. Y ahora está feliz de empezar un nuevo romance.
Tras su última visita, el jefe de su exmarido también empezó a dar a la mujer ambiguas muestras de atención. Primero se disculpó por teléfono por lo que había dicho. Pero Lisa le dio las gracias por decirle la verdad. La pareja fue a un restaurante y se dieron cuenta de que estaban muy a gusto juntos. David resultó ser un hombre extremadamente inteligente, galante y bonachón.
De repente, Lisa recibió una invitación de boda. No era difícil adivinarlo: John iba a casarse con su Anna. David miró atentamente a los ojos de Lisa y se dio cuenta de que no había en ellos ni una pizca de tristeza o arrepentimiento.
– “¿Irás a la boda?”, le preguntó.
– “Por supuesto que sí. Iremos”, respondió Lisa con una sonrisa.
John estaba a punto de estallar de ira y celos cuando vio a Lisa floreciente y sonriente en su propia boda. La joven bailaba con David e ignoraba a su ex. Se rindió a sus nuevos sentimientos y estaba dispuesta a mirar a David a cada segundo.
– ¿Habéis fruncido el ceño con mi jefe? ¿Os habéis juntado a propósito para hacerme enfadar? Pues alégrate, estoy enfadado”, gritó John bajo los efectos de las bebidas fuertes. -¡Estoy celoso! Esto es lo que querías, ¿no?”, no quedó satisfecho el novio recién casado.
Da miedo imaginar la incómoda posición en la que se encontraba Anna. Lisa pudo ver las lágrimas brillar en sus ojos. Se reconoció en ella, que se había divorciado de John poco tiempo después. Para no caldear aún más la situación, Lisa y David se apresuraron a abandonar la celebración.