-¿Te gusta el sushi? – Me preguntó Víctor.
-Sí, me gusta mucho. – Respondí a la espera de lo que pasaría a continuación.
-Bueno, entonces vamos a comer sushi. – Sugirió el chico.
-Claro, vamos. – Respondí contenta.
-Solo que… “No tengo dinero, tengo problemas en el trabajo. Si me prestas un par de cientos, te lo devolveré en una semana. Vamos a comer sushi” – Bueno, nunca me habían invitado a salir por mi cuenta. Quería reír o llorar, no lo sé. Me quedé asombrada durante un par de minutos.
Conocí a Víctor en el hospital. Esperábamos juntos nuestro turno para ver a un médico de cabecera. Empezamos a hablar y él se puso delante de mí. Resultó que últimamente sufría dolores de cabeza, y yo también.
Mientras esperábamos a que otras personas vieran al médico, hablamos de varios temas. Víctor me parecía un tipo interesante, y además inteligente. Y a mí me gusta la gente inteligente con la que puedo hablar de cualquier tema. Luego llegó su turno y entró.
Más tarde, fui al terapeuta, y cuando volví, me sorprendió encontrar a Víctor esperándome fuera del despacho. Resultó que tanto él como yo teníamos migrañas. Como teníamos el mismo diagnóstico, decidimos dar un paseo juntos. Resultó que teníamos mucho en común. Durante unas dos horas, no paramos de hablar de todo. Y fue maravilloso. Víctor cogió mi número. Al día siguiente me llamó y me invitó a dar otro paseo. Acepté.
Así que fuimos a dar un paseo y me ofreció comer sushi. Sí, sí, a mi costa. Puedo parecer estúpida, pero acepté. ¿Y si el tipo realmente tenía problemas? Y realmente me gustaba. ¿Me estaba equivocando?