Mi esposa estaba a menudo en el trabajo. Ben cuidaba de los niños. Tenía un trabajo a distancia. Tenía mucho tiempo y podía prestar más atención a los niños, que acababan de empezar a ir al colegio. Últimamente su mujer se había vuelto especialmente fría y distante, y era cierto que cobraba más dinero, pero cada vez veían menos a Mónica en casa. Ben pensaba que era por el cansancio y la sobrecarga, y a menudo sugería a su mujer que se fueran de vacaciones juntos, y que enviaran a los niños con la abuela. Además, su mujer solía estar de viaje de negocios. Cuando Mónica decidió hablar con él por la noche, pensó que lo dejaba. La noticia de su marcha de la familia le dejó literalmente fuera de combate.
Ben miró fijamente a su mujer, aturdido: “¿Y los niños?
– Los niños están contigo. Estás trabajando a distancia. – Respondió la esposa.
– ¿Desde cuándo lo has decidido?
– Sí, hace más de un año que salgo con mi jefe.
– ¡Pero te dobla la edad!
– Sí, ¡pero con él tengo una perspectiva!
– Mónica, ¿y sobre los niños pensaste? – Ben subió el tono.
– No le gustan los niños, así que por ahora vivirán contigo. – los cortó en seco.
– Por lo visto, tú tampoco los quieres. – su marido suspiró apenado.
Al principio Mónica no llamó durante una semana, pero luego debió echarla de menos y empezó a llamar y a hablar largo y tendido con los niños por teléfono. Un día, cuando los niños estaban en el colegio, Mónica llegó a casa con una maleta.
– No puedo estar sin ellos, Ben”, suspiró.
– Así que eres una madre, no un cuco, y los necesitas tanto como ellos a ti.
– Por favor, perdóname, hice una terrible tontería.
– Te perdoné hace mucho tiempo. Somos tu familia, y no hay nada más precioso que la familia. – Ben sonrió.