En el velatorio de mi padre no tenía casi nadie a quien llamar. Hacía muchos años que había abandonado la ciudad y vivía en una casa destartalada en su antigua dacha, con pocos vecinos y sin nadie de su antiguo trabajo. Antes me había parecido un hombre solitario, pero fue después de su muerte cuando me di cuenta de que sólo me tenía a mí. Y yo también le tenía sólo a él.
Además de los vecinos más cercanos, vinieron de visita la segunda ex mujer de papá, que ahora tenía otra familia, y la invitada más inesperada, de la que me había olvidado por completo: mi prima Alice. Solíamos reunirnos a menudo en casa de mi padre cuando yo era un niño, pero con los años las cosas han cambiado. Tuvo una relación enfermiza, perdió un hijo, se defendió de las palizas de su marido y lo hirió accidentalmente, por lo que él la demandó y la envió a cumplir condena… Su vida era mala antes, y se enteró de lo de mi padre completamente sin querer. Resultó que ya estaba trabajando y quería pagar la ceremonia de despedida conmigo, porque mi padre había hecho muchas cosas buenas por ella cuando era niña.
Fueron tiempos difíciles para mí, y pensé que no volvería a ver a Alice después del funeral, pero de repente empezó a venir a visitarme más a menudo, y en verano me ayudó a reconstruir mi casa de verano. En seis meses nos comunicamos más que en toda nuestra vida. Me enteré de que tenía un marido y una hija, y finalmente conocí a su familia. Mi sobrina me levantó el ánimo. Mi propia familia no funcionó, pero la de Alice estaba bien, a pesar de su sombrío pasado.
Hasta hoy nos comunicamos, a veces vamos los cuatro a la casa de campo, a veces cuido a mi sobrina, pero todavía no puedo creer que mi hermana no haya estado en mi vida durante tantos años, la consideraba una extraña y perdida para nuestra familia, y de repente apareció y llenó mi vida de colores. Es una pena que mi padre no la viera volver. ¡Se habría alegrado mucho de saber que Alice estaba bien!