El hombre ni siquiera ocultó la presencia de su amante, así que su mujer decidió darle una lección

Eva era una de esas chicas que no tenían miedo de dar el primer paso. Eso es lo que hizo en un baile donde conoció a Paul, el hombre de sus sueños. Aquella noche comenzó una relación en la que la joven llevaba pensando desde que era adolescente. Tenían todo lo que ella había soñado: canciones bajo las ventanas, flores en cada cita, correos electrónicos nocturnos bajo las sábanas y mucho más.

Y un año después, su relación alcanzó una culminación natural: una propuesta de matrimonio. La boda fue por todo lo alto y Eva se sintió increíblemente feliz. Después de todo, ahora no era solo la novia de su mejor novio, sino su esposa legal. Y él era su marido. La sola constatación de este hecho hizo que la chica se sintiera indescriptiblemente encantada.

Pasó la luna de miel. Los recién casados se mudaron a un apartamento que les habían regalado sus padres. Eva y Paul empezaron una vida familiar plena bajo el mismo techo.

La convivencia no fue fácil al principio. Los amantes se peleaban a menudo. Pero con el tiempo, los jóvenes fueron adquiriendo más y más experiencia y sabiduría. Y con ello, se estableció el idilio familiar.

A pesar de la persuasión de sus parientes, Eva no iba a ser madre en un futuro próximo. En primer lugar, quería estudiar para ser médico y establecerse en un buen lugar. Y Paul aún no se había consolidado. Por lo tanto, los hijos estaban descartados por el momento. Y resultó que con razón.

Paul empezó a comportarse de forma extraña en el tercer año de matrimonio. Se volvió más reservado y pasaba menos tiempo en casa. Cuando le preguntaban dónde estaba, Paul besaba suavemente a Eva en la frente y la mandaba a la cama. Al principio, ella lo aguantó, pero luego no pudo ignorar sus sospechas.

Pronto quedó claro que Paul tenía una amante. Eva vio a la pareja desde la calle, sentados en un café cogido de la mano. Quiso precipitarse y provocar un escándalo, pero tenía miedo. No quería quedar en ridículo delante de tanta gente.

Ese mismo día, por la noche, Eva le dijo a su marido que lo sabía todo, a lo que Paul reaccionó de forma extraña, por no decir otra cosa.

– “¿Y bien?”, preguntó, como si estuviéramos hablando de ropa sucia que no se había lavado bien. – “Ahora ya lo sabes. ¿Y entonces qué?
– ¿Así que ni siquiera te avergüenzas?” Eva miró a su marido asombrado.
– “En realidad, no. Incluso me alegro de no tener que esconderme más. Es agotador.

Aquella noche estalló un verdadero escándalo, y Eva fue tachada de “desequilibrada” y Paul de “hombre honesto”. Incluso dijo que la fuerza de un matrimonio reside en una relación abierta. Es la única manera de que ambos vivan realmente felices y en armonía. Y es una pena que Eva no lo entienda.

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– “Y si encuentro un amante, ¿te parecerá bien?”, gritó Eva.
– “Sí. Haz lo que quieras”, replicó Paul con calma. “Deberíamos haber hablado de este tema desde el principio.
– “¿De verdad es ese el primer pensamiento razonable?”, río Eva.

Nunca se le había ocurrido que Paul pudiera ser una persona así. ¿Cómo se puede formar una familia con alguien que piensa que está bien caminar por la izquierda? Dios, ¡qué humillación! ¿Qué debía hacer ahora? ¿Debería divorciarse? ¿O ir juntos al psicólogo? La ira invadió a la joven. Se sentía como una inversora engañada a la que no le habían contado todas las condiciones del contrato. No, tenía que responder a Paul. Así lo recordaría el resto de su vida. Eva se fue a la cama con estos pensamientos.

Después de aquella noche, Eva no hizo más escándalos. Quería reservar su energía para algo más productivo. Y al final se le ocurrió una buena idea. Sin embargo, tendría que esperar para ponerla en práctica.

Un mes más tarde, la prueba de embarazo positiva estaba en el estante del cuarto de baño, junto a los cepillos de dientes. Paul se dio cuenta enseguida y se lo llevó a Eva:

– “¿Vamos a tener un bebé contigo?”, le preguntó a su mujer, que se estaba preparando. Esa noche volvió a quedarse hasta tarde, pero esta vez ella no lloró. Miró la prueba y dijo:

– “Ah, se me olvidó guardarlo. Habrá un bebé, pero no contigo y conmigo, cariño.
– ¿A qué te refieres?
– Bueno, es así. Decidí seguir tu ejemplo y tener también un amante. Sin embargo, como puedes ver, no fuimos tan cuidadosos. Pero eso no es un problema, ¿verdad?

Paul no sabía qué decir. Pero preguntó de todos modos:
– “No vas a dejar a este niño, ¿verdad?
– Pues sí. Quiero a este niño, lo que significa que tienes que aceptar esta elección. Por el bien de la armonía en nuestra familia.
– No, yo no firmé para esto. No necesito hijos de otras personas en mi casa.
-Tenemos que discutir este punto de antemano -Eva cogió la prueba de embarazo-, pero si no te parece bien, no te lo reprocharé.

Y Paul se marchó. El divorcio fue tranquilo y pacífico. Eva nunca se arrepintió de su decisión. Al contrario, le hizo mucha gracia la broma del test. Solo tuvo que trazar una línea de más con un rotulador. Pero ahora era una mujer libre, no una “esposa celosa y desequilibrada”. Atrás quedaba un matrimonio infeliz y por delante nuevas oportunidades.

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El hombre ni siquiera ocultó la presencia de su amante, así que su mujer decidió darle una lección