Adoptamos una niña en nuestra cabeza, que arruinó nuestra familia feliz

Pensé que estábamos haciendo algo bueno. Había una vez un niño de mi clase procedente de un orfanato que lloraba de felicidad cuando sus padres adoptivos venían a un concierto en el que él participaba, y que se alegraba de tener lo que yo tenía al principio: una familia. Así que a los veinte años decidí que, después de casarme, me llevaría definitivamente a un niño de un orfanato con mi mujer. Y así sucedió. Mi amada sólo estaba por ello, y ni siquiera pensamos en irnos por la borda. Aceptamos acoger al primer niño, de unos cinco años, que nos ofrecieron. Resultó ser Mónica, de cuatro años.

Desde el primer día de su estancia en nuestra familia intentamos hacer todo por ella. Tenía su propia habitación, sus propios juguetes, regalos para cada ocasión y viajes. Ya teníamos un hijo biológico, que se comportaba con Mónica como si fuera su propia hermana, pero ella seguía sabiendo que era adoptada. Desde los seis años, cuando empezó a ir al colegio, empezó a tener algún ataque de agresividad, y el trabajo con un psicólogo infantil no ayudó. A Mónica le costaba mucho estudiar y socializar con otros niños, y empezó a estropear las cosas a propósito para nuestro hijo, o a coger cosas de su habitación sin pedirlas. A mi propio hijo le molestaba que ni siquiera regañáramos a Mónica por esto, y se fue distanciando de nosotros poco a poco. También nos jugó una mala pasada el hecho de que estuviéramos demasiado centrados en Mónica y echáramos de menos a nuestro hijo.

La chica apenas llegó a noveno curso y se metió en la peluquería porque sus notas no daban para más. Empezó a salir con chicos y a llevar a sus hijos a nuestra casa. A mi mujer no le gustaba mucho, se peleaba con su hija, y cuando Mónica vino con la noticia de que esperaba un bebé, le ordenó que abortara. Mi mujer quería que la apoyara, pero yo estaba en contra de esta forma de deshacerse del bebé, y de todos modos – no adoptamos a Mónica para destruir la vida de quien acababa de nacer.

Por culpa de Mónica, mi mujer me dejó, pues no quería convertirse en abuela a una edad tan temprana y en una familia así. Mi hijo mayor también se fue, y yo me quedé solo con mi hija y mi nieta adoptadas… Mi familia está completamente destruida, y no puedo culpar a nadie más que a mí misma por ello.

Quería hacer una buena acción adoptando a un niño de un orfanato, pero acabé trayendo tantos problemas sobre mí.
 

Rate article
MagistrUm
Adoptamos una niña en nuestra cabeza, que arruinó nuestra familia feliz