Llevo varios años casada y mi marido es un hombre maravilloso. Hace poco me enteré de que llevaba un bebé bajo el corazón. Mi amado se alegró mucho con esta noticia. Cuando supimos que íbamos a ser padres de una niña, mi suegra hizo una declaración en voz alta. Nos pidió que llamáramos a nuestra nieta en su honor y, a cambio, volvería a registrar el piso para ella.
Mi marido y yo alquilamos un piso para no tener que vivir con nuestros padres. Queremos ser independientes y libres. Dudo que podamos permitirnos un préstamo para comprar un piso. Mi marido es capataz en una fábrica y yo soy profesora de baja por maternidad. Nuestros sueldos son bajos, apenas nos dan para vivir.
Mi suegra es una señora muy divertida. Viste alegremente, lleva un maquillaje llamativo y experimenta constantemente con su aspecto. Quiere ser mi amiga, no una pariente. No me importa, siempre que no afecte a la relación. Mi suegra nunca se ha inmiscuido en mis asuntos, y yo estaba bastante contento con eso. Cada uno tiene su vida y sus normas.
Ella vive a su aire. Cuando mi suegra se divorció de su marido, empezó a organizar su vida personal, y no le preocupaba la maternidad. Las tareas domésticas no son lo suyo en absoluto. No le gusta cocinar ni limpiar, prefiere ir al cine con sus amigas. Mi suegra no paraba de decirme que los hombres no me quieren por mi sopa de remolacha y mis calcetines lavados.
Pero quiere a sus hijos, se nota enseguida. Y ya quiere a su futura nieta, aunque su propuesta me confundió.
Quiere que no nos olvidemos de ella. Mi suegra le hizo una vez una oferta así a su hija, pero ella la rechazó. Mi suegra sabe que no podemos comprar un piso por nuestra cuenta, por eso insiste tanto. Le daremos un piso a la nieta y estaremos a su lado.
Conseguir un apartamento en el centro de la ciudad es mi sueño, pero no me gusta el nombre de mi suegra.
No sé qué decisión tomar. ¿Debo seguirle la corriente a mi suegra? Me parece que estoy vendiendo el nombre de mi hijo por un apartamento.