Querido diario, Hoy he notado que mis manos tiemblan al abotonar la chaqueta y, al almorzar, casi dejo

Verónica deambulaba nerviosa por su pequeño piso en Lyon, con el móvil apretado en la mano, mientras

Cuando tenía trece años descubrí cómo disimular el hambre y la vergüenza. Vivíamos tan justo que a menudo

Divorciarme a los sesenta y ocho años no fue un acto de romanticismo ni una crisis de mediana edad.

Cuando tenía trece años descubrí cómo disimular el hambre y la vergüenza. Vivíamos tan justo que a menudo

Hace mucho tiempo, en un rincón de Madrid, me vino a la mente una idea: “Tal vez nosotros, querido

Cuando mi abuela, Azucena, supo que estaba enferma, la recibió con una serenidad que pocos poseen.

¡Nada, Salvador! ¡No te pongas triste! Al menos el Año Nuevo lo celebraste a lo grande. Ahí estaba su

¡Oye, Cata! ¿Sabes qué? Tengo 55 años y, por fin, vivo para mí. Sin culpas, sin miedo a que me vean diferente

¡Papá, no te vayas! ¡Querido, no nos abandones! Papá, no me compres nada más, ni a Leo tampoco.









