Se negó a casarse con su novia embarazada. Su madre lo apoyó, pero su padre defendió al futuro bebé.

**Diario de Arturo**

Hoy ha sido un día difícil. Mi hijo, Tomás, llegó a casa con noticias que me partieron el alma.

Padre, tengo algo que decirte. La vecina, Inés está embarazada. Es mío dijo apenas cruzó la puerta.

Me quedé helado un momento antes de responder con calma:

Pues cásate con ella.

¿Estás de broma? Soy demasiado joven. No es momento para una familia, además, ni siquiera hemos salido en serio

¿En serio? Solté una risa amarga. Para perseguir a la chica ya eras un hombre, pero para asumir tus actos, ahora eres un niño. Muy bien. Y sin más, llamé a mi mujer: ¡Beatriz! ¡Ven aquí!

Ella entró en la cocina, secándose las manos en el delantal:

¿Qué pasa?

Mira. Nuestro hijo ha dejado embarazada a Inés, la hija de los vecinos, y ahora no quiere casarse. Y él se encogió de hombros se lava las manos.

Beatriz ni siquiera se inmutó. Su rostro se volvió serio:

Y tiene razón. ¿Para qué traer a la primera que aparece? Las chicas de hoy son listas encuentran a alguien con dinero, se quedan embarazadas, y luego es «cásate conmigo». Y después resulta que el hijo ni siquiera es suyo. Que se haga la prueba de ADN. Además, no podemos presionar a Tomás, todavía es joven. Es un hombre, no era fácil resistirse. Pero nosotros no tenemos por qué mantener hijos ajenos.

Respiré hondo y hablé en voz baja:

¿Y si es realmente suyo?

¿Y qué? ¿Estamos obligados a cargar con la responsabilidad? Que se haga la prueba, y luego ya veremos.

Dio media vuelta y volvió a la cocina, dejándome solo con Tomás.

Sabes, yo también fui joven empecé. Me enamoré de una, pero me casé con otra. No por amor, sino por responsabilidad. Porque ser hombre no es solo pasión, son decisiones y consecuencias. Tu madre estaba embarazada. No sabía si podría quererla, pero sabía una cosa: el niño no tenía culpa. Mi sangre, mi conciencia. Y aunque al principio fue duro, Tomás, nunca me arrepentí de quedarme.

Pasaron tres meses. La prueba de ADN fue clara: con un 99,9% de probabilidad, Tomás era el padre del bebé de Inés.

¿Y qué? bufó Beatriz cuando puse el papel frente a ella. Sí, es suyo. Pero eso no significa que Inés venga a vivir a esta casa. Aquí no pone un pie. ¡Lo digo yo!

Tomás se quedó sentado, sin mirarme. En su rostro se leía la decisión: estaba del lado de su madre. Apretó los puños, pero no dijo nada.

Me levanté despacio de la mesa:

Ya que los dos habéis tomado vuestra decisión, ahora escuchad la mía.

Hablé bajo, pero firme:

Mientras yo viva, mi nieto no tendrá que pasar necesidad. Compraré un terreno, construiré una casa, y él mi nieto tendrá todo lo que he ganado. Y vosotros dos podéis olvidar mi ayuda. Me niego a ser parte de esta vergüenza. Tomás, a partir de hoy, ya no eres mi hijo. Todo lo que tengo será para el niño. Ni un céntimo recibiréis de mí.

Beatriz estalló:

¿Estás loco? ¿Vas a desheredar a tu propio hijo?

No respondí. Me di la vuelta y salí, ignorando sus gritos y maldiciones. Tomás se quedó inmóvil, sin creer lo que había oído. Pero sabía una cosa: si lo di

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Se negó a casarse con su novia embarazada. Su madre lo apoyó, pero su padre defendió al futuro bebé.