“¡Deberías estar agradecido por lo que he hecho!”

Marta se dio cuenta de que si se divorciaba de su marido, se quedaría sin techo. Pero no podía soportar más la humillación y la borrachera. Reunió su voluntad en un puño y decidió marcharse, llevándose sólo lo imprescindible. Y no eran muchas cosas, ya que Marta nunca compraba nada para sí misma. Se dio cuenta de que si no ponía fin a esta historia ahora, estropearía por completo la psique de la niña.

Al principio Marta vivía con su hermana Lucía, y luego alquiló una habitación. No tenía dinero para alquilar un piso, así que tenía que sobrevivir de alguna manera. Puso a su hija Alba en la guardería, encontró un trabajo y poco a poco volvió a la vida normal. Tuvo suerte de tener una casera: resultó ser una mujer muy amable y comprensiva.

A Marta le gustaba su nueva vida. Y a Alba también. Hacían todo juntas y disfrutaban de la tranquilidad que no habían tenido en mucho tiempo. Entre ellas había una relación muy cálida, una especie de idilio. Marta acabó convenciéndose de que el divorcio había sido bueno para ella y para su hija.

Pero entonces apareció Álvaro en sus vidas. Les prestó mucha atención y pidió visitarlas, pues tenía planes serios para Marta. La madre y la hija sintieron sus atenciones, y sin duda les gustaron. La mujer decidió que era su oportunidad de ser feliz y crear una familia verdaderamente fuerte.

Álvaro se llevaba bien con Alba, por lo que Marta confiaba en que vivirían en paz y armonía. Por eso la mujer le permitió mudarse con ellos. Aquí acabó la historia feliz.

Al cabo de un tiempo, tuvieron una grave pelea. La disputa fue tan grande que los amantes se separaron. El caso es que Álvaro decidió reeducar a Alba y le levantó la mano. Y a Marta, naturalmente, no le gustó. Defendió a su hija y se topó con acusaciones. Mol, debería estarle agradecida por el hecho de haberla tomado como esposa junto con el niño, así que no hable.

Tras oír esto, Marta quiso destrozarlo. Le aclaró que no fue él quien los acogió, sino ellos a él. Estaba solo y tenían su propia familia. Más tarde, el hombre intentó disculparse y recuperar a la mujer que amaba, pero ya no había vuelta atrás. Marta no permitirá que nadie trate así a su hija, porque ella es el sentido de su vida.

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MagistrUm
“¡Deberías estar agradecido por lo que he hecho!”