Cuando era joven, era una verdadera belleza y una caravana de chicas me perseguía. Gracias a ello me casé con una mujer muy guapa e inteligente, y tuvimos unos hijos maravillosos. Si no fuera por la enfermedad, habría pasado toda mi vida con mi primera y única esposa, pero me dejó demasiado pronto. Y en mi vejez siempre quiero tener otra persona a mi lado, así es más fácil vivir económicamente y no hay un sentimiento opresivo de soledad.
Desde los cincuenta y siete años empecé a buscar activamente un nuevo amor – puse a mis hijos en sus pies, y es posible hacer frente a su vida personal. Todos trataron de conocer a alguien en el parque, o en el trabajo, o intencionalmente fue a un café, en busca de mujeres adecuadas. Puedo imaginar lo sospechoso que les parecía a algunos de ellos… Mientras tanto, mi vecina de arriba no dejaba de acercarse a mí. Era tres años mayor que yo, también viuda, no muy guapa, sin hijos, pero con un apartamento. Intentaba cuidarme, siempre me daba comida y venía a visitarme sin ser invitada. A mí no me gustaba nada, no le prestaba ninguna atención y trataba de dejar claro que no me importaba.
En el verano de los cincuenta y nueve años me fui con mis hijos y nietos al mar. No quedaba casi nada de mi antigua belleza, y cuando desde el mar me llamaban “¡Abuelo!” las mujeres perdían aún más el interés por mí. Ya había leído muchas historias de amor sobre ancianos como yo que encontraban un segundo amor y vivían felices durante años en un nuevo matrimonio, y sólo yo, al parecer, no tenía suerte.
Cuando volví a casa, mi vecina ya me estaba esperando con pasteles calientes. Llevaba un par de años cuidando de mí, y yo seguía rechazándola, sin aceptar sus sentimientos. Pero ahora creo que estoy preparado para salir con ella, ya que nadie más me presta atención. Es mejor que estar solo, ¿no? Ella puede cocinar y hacer las tareas domésticas, y yo necesito a alguien así. No quiero estar solo durante los próximos diez o veinte años.
