Una mujer reprendió a su marido por no llevar correa para el perro, y como respuesta escuchó insultos y gritos

Por la noche, los jubilados se sentaban en un banco del patio de un edificio de varias plantas. A veces jugaban a las cartas, pero más a menudo se limitaban a hablar.

Los garajes no estaban tan lejos. Un hombre iba todas las mañanas a recoger su coche y lo devolvía por la tarde. Le acompañaba un perro grande. No llevaba correa ni bozal. Era de raza alemana. Corría delante de su dueño, olfateando de vez en cuando a niños y ancianos.

Los vecinos de la zona manifestaron en repetidas ocasiones su descontento con el comportamiento del perro. Pero al hombre no le importaba, se limitaba a hacerles señas para que se marcharan. Un día, una de las ancianas le pilló cerca de la entrada para presentar una queja.

– “¿Por qué no lleva bozal otra vez?
– ¿Quién lo necesita?”, se sorprendió el hombre.
– “¿Quién? ¡Su perro!
– ¿El perro? ¿O tal vez sea mejor para usted? Cómprate uno y pónselo a gusto. Pero deja en paz al perro Es muy listo, incluso más que tú. ¿Entiendes?”, y se fue, refunfuñando.

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La abuela estaba muy disgustada y volvió a casa. Compartió la historia con su hijo y le contó cómo la habían insultado. Incluso lloró. El hijo pensó en ello y fue a escribir una declaración para llevar hombre ante la justicia por el insulto.

Nadie supo nada del hombre durante varios días. Cuando reapareció, el perro que estaba a su lado llevaba bozal y una correa corta. Así se resolvió el conflicto. La abuela contó a todas sus amigas que el hombre fue a su casa y le pidió disculpas. Ella le perdonó, por supuesto, porque había aprendido la lección.

¿Has sufrido alguna vez la descortesía de los dueños de perros?

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