Mila se sorprendió mucho al descubrir quién era realmente la madre de muchos niños

Mila se vio obligada a pasar estas vacaciones en la costa del Mar Negro. Las vacaciones resultaron muy aburridas. Se quedó sentada y triste. Protegió cuidadosamente su belleza de los abrasadores rayos del sol, ya que gastó mucho tiempo y dinero en masajes e inyecciones.

Estaba sentada en medio de la nada, con un precioso bañador comprado en París, esperando a su marido, que debía llegar pronto de la capital, pues tenía una cita con un importante socio comercial.

De repente, Mila se fijó en una ruidosa familia formada por una madre y tres hijos. La familia tenía dos hijos adolescentes, de unos catorce y doce años, y una hija, Rosa, que parecía tener unos tres años.

– Vaya nombre, resopló Mila para sus adentros. – “Es como naftalina. Y los nombres de los chicos no son mejores: Ben y Jack. ¡Y estaba tan desaliñada! Por lo menos veinte kilos de más en la cintura, cejas naturales, hombros comidos por el sol, pelo recogido en una coleta con una goma. Ah, y la carga de tener muchos hijos

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Pero la alegre madre de muchos hijos no se dio cuenta de su pesada carga y durante todo ese tiempo se dedicó con entusiasmo a su hija, y además también se las arregló para cuidar de sus jóvenes nadadores

– “¿Así es como te relajas?”, le preguntó Mila a Marta con indisimulada simpatía. – “Hay que relajarse de vez en cuando y vivir para uno mismo al menos unos días al año para descansar del ajetreo.

– “Yo vivo para mí misma”, respondió Martha con una sonrisa. – “Mis hijos, los parí para mí. Son mi alegría No disfrutaré de mis vacaciones si no están conmigo. Soy feliz con ellos. No tenemos mucho tiempo para estar con ellos en casa…
Mila comprendía esta postura, porque solía enviar a su hijo a un campamento durante las vacaciones para poder tomar el sol ella misma.

– Lo más probable es que Marta trabaje como jefa de ventas. Aunque, ¿qué puede vender con su aspecto?”, pensó Mila.

Uno de los hijos hizo una pregunta a su madre: “Mami, una palabra de ocho letras, es el grado al que se debe reducir una razón para argumentar”.

– “Hijo, es un logaritmo”, respondió Marta sin pensárselo dos veces.
– “Me has sorprendido”, pensó Mila. – “Nunca lo habría recordado, a pesar de que me gradué en la escuela con una medalla de oro… Pero aun así, estaría bien que visitara un salón de belleza al menos de vez en cuando, aunque no sea tan chic como el mío.

Mila tenía un salón de belleza que era su orgullo. Su marido también estaba convencido de que era una buena inversión.

Con mucho tacto, Mila no preguntó nada sobre el padre de familia. Pero se sorprendió al oír a los chicos hablar entre ellos de que su madre, y no su padre, era el almirante de su familia.

En ese momento, preguntó dónde estaba el padre de la familia.
– “Papá se fue de viaje”, dijo Ben. – “Es comandante de submarinos…
– “Entonces, ¿cómo te las apañas solo con ellos?”, se sorprendió Mila.
– Sí, para mí no es un problema. – dijo Martha. – “Tenemos hijos tardíos, nos pusimos al día más tarde… Los trajimos a todos de vacaciones.

Mila preguntó entonces dónde trabajaba la propia Marta:
– “En educación”, dijo la mujer.
– “Así que no es gerente, ¡probablemente sea profesora!”, pensó Mila.

Unos días más tarde, Marta y su prole se fueron de excursión, y el marido de Mila vino de visita.
Christian estaba disfrutando de sus vacaciones y se alegró de que su encuentro tuviera lugar en esta ciudad turística. La persona a la que esperaba era una figura clave en su proyecto. También se alegra de que esa tarde puedan ponerse de acuerdo.

Cuando su marido se fue a una reunión de negocios, Mila decidió dar un paseo por el paseo marítimo. De repente, ve a su marido con una mujer detrás del cristal de un restaurante.

– “¿Me está siendo infiel? ¿Por qué ha tenido que venir hasta aquí para encontrarse con su mujer?”, pensó Mila.
Cuando Christian vio a su mujer, quiso presentársela a su acompañante, pero ella se lo impidió:
– “¡Ya nos conocemos!

¡Mila reconoció a Marta en la señora!

– ¡Esta es mi salvación! Mila, puedes felicitarme, ¡hemos acordado cooperar! – anunció el hombre.
– Vamos, … Trabajas como profesora. – dijo Mila.
– No he dicho eso -replicó Marta -, soy todo en uno: técnica, panadera y madre de muchos hijos.

Ahora Marta estaba más que estupenda: su preciosa melena le caía sobre los hombros, las rayas verticales de su vestido estilizaban mucho su figura y sus ojos ligeramente delineados brillaban de felicidad.
Mila decidió que pasaría el verano siguiente con su hijo.

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Mila se sorprendió mucho al descubrir quién era realmente la madre de muchos niños