Mi marido, sin saberlo, me dio una buena lección

Una vez mi marido, sin saberlo, me dio una buena lección. Al principio, no entendía lo que hacía, e incluso me enfadé. Pensé que no le importaba ni yo ni nuestra vida familiar. Solo después de algún tiempo me di cuenta de que tenía razón.

pixabay.com

Nos casamos como personas maduras. Mi marido tenía 40 años y yo 35. Teníamos buenas posiciones y una buena experiencia a nuestras espaldas. Ya estábamos establecidos como personas y cada uno sabía lo que quería. Nuestro periodo de ramos y dulces fue eufórico y lleno de felicidad. Pero pronto me dejé llevar por mi nuevo estatus y cometí muchos errores. Dejé de ir a cursos de idiomas, dejé de moldear, me dediqué a hacer pasteles caseros y a limpiar.

Cada dos horas llamaba a mi marido para preguntarle cómo estaba. Le preparaba el almuerzo para el trabajo y planchaba su ropa con diligencia. Perdí mucho peso y me obsesioné con convertirme en la perfecta ama de casa.

Nunca olvidaré este momento. Se clavó en mi memoria. Era un día lluvioso en el exterior. Mi marido estaba desayunando y me miraba irritado mientras yo corría por la cocina para freír chuletas. Me dijo varias veces que solo tomaría café, pero yo quería hacerlo a mi manera. Yo buscaba frenéticamente una tabla de cortar y él no pudo aguantarlo más.

– ¡Escúchame bien! No tienes que intentar complacerme. Tú también eres una persona viva. No tenemos que servirnos el uno al otro. Por voluntad del destino, nos conocimos y nos enamoramos. Esto ya es felicidad. No tienes que intentar complacer a nadie. Basta con ser quien eres. Por eso me enamoré de ti. No necesitas convertirte en mi sombra y vivir mi vida. Tienes la tuya propia, así que vívela y disfruta de cada momento.

Apartó su plato y se puso a trabajar. Me quedé inmóvil y traté de poner en orden mis pensamientos. Las palabras de mi marido me hicieron pensar mucho. Limpié rápidamente la cocina, metí el hojaldre en el congelador y marqué el número de mi profesor de lengua extranjera.

A partir de ese momento, volví a ser yo misma. Ya no necesito correr por la cocina y cocinar primero, segundo y compota. Dejé de fregar el apartamento hasta dejarlo estéril. Lo hago todo cuando tengo tiempo libre. Al fin y al cabo, ¡nadie ha cancelado mi vida!

Rate article
MagistrUm
Mi marido, sin saberlo, me dio una buena lección