Mi madre prohíbe a su hija adulta que organiza una vida personal por culpa de su hija pequeña. Creía que primero tenía que criar a su hija y luego pensar en sí misma…

Patricia ha tenido una mala relación con su madre durante mucho tiempo. Lo único era que no encontraban un lenguaje común, un terreno común entre ellas. Ahí empezaron los conflictos.

Patricia estaba cansada de estar sola, y estaba decidida a encontrar un hombre. Un día conoció a David. Estaba divorciado, trabajaba y no bebía alcohol, excepto en las grandes fiestas. Vivía solo con su madre desde hacía muchos años. Era el sueño de cualquier mujer y solo daba ternura.

Empezaron a salir al poco tiempo. Se conocieron en casa de Patricia. Sentían que el amor empezaba a surgir poco a poco.

Patricia tenía 30 años y seguía sin encontrar un hombre normal. La madre de Patricia pensó lo mismo, y entonces decidió buscarle ella misma un novio a su hija.

Patricia vivía en un apartamento amueblado de una habitación con su hija de seis años. En cuanto su hija se dormía, la mujer empezaba a hacer vida privada con su marido. Iban a la cocina y pasaban allí su tiempo privado. Había veces en que David se quedaba a dormir. Era raro, pero cuando era imposible llegar a casa, tenía que quedarse a dormir.

La madre de Patricia no entendía por qué no quería casarse. Pasó el tiempo y, en cuanto su madre se enteró de lo de David, se manifestó en su contra. Este piso lo compró el padre de Patricia, que falleció cuando ella aún era una niña. A su madre no le gustaba nada que su hija se comportara tan descaradamente y metiera a un desconocido en casa con un niño pequeño.

A Patricia le disgustó mucho escuchar todos los reproches de su madre. Nunca se había considerado una mala mujer o madre. Solo quería la felicidad femenina normal y corriente, pero su madre tenía su propia visión de ella. La mujer intentó explicarle a su madre que David era en realidad muy bueno. Que era cariñoso, amable, sobrio y trabajaba duro, pero a su madre no le importaba.

Por fin, Patricia estaba contenta y tranquila. Su madre seguía insistiendo en que el chico no le gustaba y que no era adecuado para su hija. Que no había hecho nada bueno ni significativo por ella en todo el tiempo que llevaban saliendo. Decía muchas cosas desagradables de David sin conocerlo ni llegar a conocerlo. Constantemente decía que él venía a comer a su costa y a divertirse. Su madre siempre asustaba a Patricia con la idea de que su hija se convirtiera en una persona mala y depravada, viendo su comportamiento indecente.

Patricia intentaba explicarle que en su piso no ocurría nada de eso, como se había imaginado. “A veces tomamos el té, vemos una película, y muy pocas veces duerme en la cocina, prácticamente en el suelo desnudo, y por la mañana se va antes de que mi hija se despierte”, justificó Patricia a su madre. “Cuando la hija se despierta por la mañana, no ve a nadie más que a su madre durmiendo a su lado. Así que no se trataba de ningún trauma psicológico.”

Mi madre seguía diciendo lo mismo: ¡que David la utilizaba y la abandonaba! Como prueba de ello, también dijo que los vecinos hablaban a sus espaldas de que Patricia arrastraba a distintos hombres al apartamento que le había dado por las noches.
Patricia insistía en que David era un buen hombre. Tras un altercado verbal con su madre, le propuso que se llevara a la niña un fin de semana para que pudiera estar a solas con su marido. Tal vez esto acercaría la ceremonia de boda.

La madre se negó a ayudar a su hija con su nieta. Explicó que a su nieta le gusta jugar, saltar, hacer ruido y que tiene presión arterial. La madre siempre le recordaba a Patricia su propio potencial insatisfecho en su vida personal. Decía que, a pesar de las numerosas insinuaciones de los hombres, no se permitía entablar relaciones con ellos por su hija pequeña. Reprochaba constantemente a su hija que se sacrificara a sí misma y a su propia felicidad como mujer en aras de la felicidad de su hija, y que Patricia debería hacer lo mismo.

Patricia escuchaba a su madre, pero nunca seguía sus consejos porque no los creía necesarios. Su madre llevaba muchos años viviendo sola y había aprendido muy poco sobre la felicidad de las mujeres mientras el padre de Patricia vivía.

Así fue como se produjeron las constantes peleas entre madre e hija. No se oían la una a la otra, y eso las hacía infelices. La madre quería que su hija educara bien a su nieta, y entonces buscaría su propia feminidad, pero por ahora solo le daba amor a ella. Patricia, por su parte, no quería ser tan infeliz como su madre durante muchos años, ni siquiera durante toda su vida.

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MagistrUm
Mi madre prohíbe a su hija adulta que organiza una vida personal por culpa de su hija pequeña. Creía que primero tenía que criar a su hija y luego pensar en sí misma…