Quería ayudar a mi madre, pero me di cuenta de que era una hija inútil

Mi madre, de 75 años, lleva varios años viviendo sola en el pueblo. Desde que falleció mi padre, le resulta mucho más difícil hacer frente a las tareas domésticas.

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Por supuesto, al principio mi marido y yo la visitábamos a menudo y ayudábamos en todo lo que podíamos. Pero con el tiempo, cada vez nos resultaba más difícil viajar de la ciudad al pueblo y viceversa cada dos días. O los niños necesitan ayuda con los nietos, o tenemos muchas cosas que hacer…

Mi marido y yo somos gente sencilla. No vivimos ni mejor ni peor que los demás. Gracias a muchos años de duro trabajo, recibo una pensión decente. Mi marido sigue haciendo trabajos a tiempo parcial de vez en cuando. Dice que no puede quedarse en casa, que tiene que trabajar. Y yo no le digo que no. Si él se siente con fuerzas, estupendo, un ingreso extra nunca viene mal.

En general, la cuestión económica en nuestra familia está más o menos resuelta. Así que podríamos permitirnos acoger a mi madre y darle todo lo que necesita. Le he ofrecido un par de veces venir a vivir con nosotros. Pero ella se niega rotundamente a dejar su casa…

Y cada año me preocupo más por mi madre. Y si pasa algo, y puede que yo no esté cerca… Así que este verano decidí buscarle una cuidadora.

Así que, un fin de semana, volví al pueblo y empecé a preguntar a mujeres de la zona que podían venir a ver a mi madre todos los días de la semana para ayudarla con las tareas domésticas a cambio de dinero. Pero todas me decían lo mala que era y lo mal que lo hacía. Nunca conseguí encontrar a nadie.

Para colmo, en el pueblo corrió el rumor de que iba a abandonar a mi madre a su suerte. Las habladurías descuidadas llegaron a mis parientes. Ahora me llaman a todas horas para darme lecciones de la vida.

¿Y cómo se supone que debo reaccionar ante todo esto? Parece que no he hecho nada malo, pero están dispuestos a creer que soy una hija inútil…

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Quería ayudar a mi madre, pero me di cuenta de que era una hija inútil